Page Summary
- Our «true selves» aren’t determined by whether we are primarily attracted to the same sex or the opposite sex. Labels like «straight» and «gay» rest on a mistaken notion that there is an «essential» orientation apart from the drive to procreate.
- Just because an innocent victim is suffering, it doesn’t automatically mean that the content of the victim’s beliefs are true. We can still validate someone’s distress without validating their beliefs.
- Marriage isn’t for any two people who love each other, because it has a distinctively conjugal character.
- Marriage is still possible for infertile couples, because the openness to unity in the conjugal act is what makes marriage possible, not the successful achievement of conception.
- Both interracial marriage and same-sex «marriage» went from receiving cultural disapproval to approval, but that doesn’t mean they’re equivalent. Skin color has no effect on the possibility of marriage, because an interracial couple can still enter into a one-flesh union.
- See historical receipts for proof of the Church’s consistent acceptance of interracial marriage.
Why is married sex different from sexual activity between two men or two women?
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¿Cómo podemos rechazar quienes son realmente?
Frases como “quiénes son realmente” y “nuestro verdadero ser” pueden ser confusas. Por supuesto, no rechazamos a personas como Julio. Él tiene el mismo valor que cualquier otra persona y nada puede cambiar eso. En la medida en que la intolerancia, la violencia y la discriminación injusta lo atacan como persona, nos oponemos categóricamente a esas injusticias y aceptamos a la persona.
Nos metemos en problemas cuando frases como “quién soy realmente” se refieren a un tipo de identificación basada en la atracción sexual primaria de Julio, que se percibe como una parte esencial de él. Según esta forma de pensar, cada persona tiene una orientación esencial totalmente independiente del impulso biológico de procrear. Este “esencialismo de orientación” sostiene que cada persona es “heterosexual” o “gay“ o “bisexual” o alguna otra opción que define quien es.1


Guys being dudes?

Esta visión no sólo caracteriza erróneamente las relaciones sexuales entre personas del mismo sexo, sino que también distorsiona las relaciones entre personas de sexos opuestos. El esencialismo de orientación puede incluso indicar que las identidades heterosexuales y homosexuales no sólo causan nuestras actividades y atracciones conyugales, sino todas nuestras acciones.
Imagínense a Miguel, un hombre que ve fútbol y ama a su esposa porque se identifica como un hombre estadounidense, heterosexual, y machote. ¿Ama a su esposa por quien es ella, o por quien piensa que es él?
Otra versión se aplica igualmente a los activistas por los derechos de los hombres que afirman que el matrimonio es malo para ellos. En esta variante, la identidad “verdadera” de un hombre (“quién es realmente”) es ser promiscuamente heterosexual y evitar compromisos.
Ambas caricaturas de la masculinidad incluyen una especie de esencialismo de orientación y por eso tienen más en común con los defensores de LGBT de lo que podrían pensar. El esencialismo de orientación desplaza el enfoque del amor desde el bien de la otra persona y hacia nuestra propia proclamación de identidad.
Un último ejemplo: La orientación de Bruno no se ajusta ni al mismo sexo ni al sexo opuesto. Sólo se siente atraído por otra persona: Claudia. Los que siguen el esencialismo de orientación podrían describir la identidad de Bruno no como un “heterosexual”, sino como un “solosexual”. Si alguien le dijera: “hay muchas mujeres en el mundo”, podría sentir que se trata de un rechazo “solofóbico” de su identidad.
¿Realmente estaría eligiendo amarla o simplemente se sentiría impulsado en esa dirección por la irresistible fuerza interna de su “identidad”? Si Claudia no siente lo mismo por Bruno, eliminando efectivamente su única opción romántica, ¿estaría rechazando quién es él realmente? ¿Está ella obligada a amarlo para afirmar a Bruno como persona?
El amor no está dominado por este poder misterioso. Es una elección activa, que incluye sentimientos, pero depende del tipo de relación y el modo de estar presente al otro. “Quiénes somos realmente” no depende de nuestra orientación “esencial”. Julio es la misma persona sin importar hacia dónde se dirijan sus atracciones.
Ninguno de nosotros es realmente “gay” o “heterosexual”.
¿No es injusto negarles el acceso al matrimonio después de todo lo que han sufrido?
El sufrimiento de Julio es realmente importante por derecho propio, pero hay varias maneras de preocuparse por el sufrimiento de otra persona. Validar la angustia de las personas no significa necesariamente validar sus creencias.
Por ejemplo, algunos católicos en la Inglaterra posterior a la Reforma, como San Roberto Southwell, fueron torturados y ejecutados por ser católicos. Cuando Southwell escribió An Epistle of Comfort [Epístola del consuelo], expresó un sentimiento que en realidad podría ser compartido por los defensores de LGBT de la actualidad:

Atorméntenos, tortúrenos, condénenos, sí, mólanos: su iniquidad es una prueba de nuestra fe.
Por más audaz y poético que pueda ser el sentimiento, no prueba que se deba creer en la fe católica de Southwell en lugar de en los principios anglicanos de sus perseguidores, simplemente sobre la base de su sufrimiento. Si alguien hoy no quisiera aceptar la fe católica, no tendría por qué apoyar también la persecución religiosa. Es lógicamente posible defender a Southwell de la persecución sin creer automáticamente que tenía razón en todo.
Cuando las víctimas persisten en sus creencias a pesar del sufrimiento, no es prueba de que las creencias sean verdaderas, sino es evidencia de que las creencias son sinceras. Las personas sinceras y sufrientes merecen al menos dos respuestas: primero, que su sufrimiento sea tratado con compasión y segundo, que sus creencias sinceras sean examinadas para comprobar su veracidad según los méritos de las mismas.
¿No debería el matrimonio estar disponible para dos personas que se aman?
El matrimonio no es para todos, como por ejemplo entre dos hermanos adultos que se aman o entre una hija adulta y su padre. El matrimonio tiene un carácter sexual distintivo. El amor conyugal que constituye el matrimonio es diferente de la relación física que es posible en una relación entre personas del mismo sexo. Las parejas del mismo sexo simplemente no quieren el amor conyugal con alguien del sexo opuesto. Por lo tanto, no es preciso decir que se niega el matrimonio a las parejas del mismo sexo, del mismo modo que se le puede negar injustamente el voto a un ciudadano capaz de votar.

St. Robert Southwell suffered greatly, but that doesn’t prove him right.
(artwork by Daniel Mitsui, used with permission)
¿El matrimonio también es imposible para las parejas heterosexuales infértiles, ya que tampoco pueden tener hijos?
No, porque una pareja infértil todavía es capaz de realizar el acto conyugal, que está abierto a la vida por su naturaleza, incluso si la concepción se ve impedida por particulares circunstancias médicas. Si bien la procreación es el fin del acto conyugal (y no debería ser rechazado antes, durante o después de que el acto tenga lugar), no es idéntico al acto en sí. La apertura a la unidad en el acto está lo que hace posible el matrimonio, no la consecución exitosa de la concepción. Por otro lado, si una pareja no es capaz de completar el acto conyugal debido a una impotencia de por vida (en contraste con la infertilidad) que existía antes de la boda, entonces no serían capaces de casarse, de manera similar a una pareja del mismo sexo.
¿Qué pasa con el matrimonio interracial?
Después de todo, las parejas de diferentes razas fueron discriminadas de manera similar durante la mayor parte de la historia de Estados Unidos, y, sin embargo, ahora sus matrimonios son reconocidos como iguales a los de las parejas de la misma raza. ¿No se encuentran en una situación similar las parejas del mismo sexo?
La diferencia básica entre el hombre (la capacidad de generar en otro) y la mujer (la capacidad de generar dentro de sí misma) hace posible el matrimonio. El color de la piel, el idioma, la nación de origen y la cultura no tienen ningún efecto sobre la posibilidad de matrimonio, porque una mujer con cualquier combinación de estos atributos aún puede entrar en unidad con un hombre con cualquier combinación de estos atributos.2
¿No se opuso la Iglesia católica una vez al matrimonio interracial antes de que fuera aceptado legalmente, así como todavía se opone al reconocimiento legal de las relaciones entre personas del mismo sexo?
De hecho, la Iglesia católica tiene una historia de defensa del matrimonio interracial que se remonta a siglos antes de que la cuestión del matrimonio entre personas del mismo sexo se volviera prominente. A pesar de todos los problemas introducidos por el colonialismo, los matrimonios interraciales entre aztecas y españoles fueron reconocidos como válidos. En 1921, un sacerdote católico llamado James Coyle fue asesinado por el KKK porque ofició una boda interracial. Lo más notable es que en Loving v. Virginia en el caso de la Corte Suprema de 1967 que revocó las prohibiciones al matrimonio interracial, los obispos católicos presentaron el único escrito amicus de líderes religiosos en nombre de Mildred y Richard Loving. ¡En su argumento citaron a un obispo que escribió en 1843!

En algunos estados, el matrimonio entre blancos y negros está prohibido por ley y se considera inválido. Sin embargo, es válido según el derecho eclesiástico mientras no concurra el impedimento de la condición servil. Si algunos quieren contraer tal matrimonio, no se les pueden prohibir los sacramentos a causa de una prohibición legal o de la opinión pública, puesto que están ejerciendo un derecho natural que la Iglesia de ninguna manera prohíbe.
Obispo Francis Kenrick3


Entonces, ¿qué se supone que deben hacer con sus vidas si no pueden casarse? ¿Se supone que deben permanecer solos?
Nadie puede vivir sin amor y nadie está destinado a estar solo. Todos tenemos algún anhelo de conexión, ya sea que nos sintamos atraídos principalmente por el mismo sexo o por el sexo opuesto. ¡Esos deseos son fundamentalmente buenos! Pero eros no es la única manera de responder a esos deseos. No sería suficiente por sí solo, incluso si fuera una posibilidad. Cultivar intencionalmente otras formas de amistad profunda puede satisfacer nuestros deseos de conexión, en lugar de suponer que el amor más elevado sólo puede ser erótico y tiene que resultar por defecto en matrimonio o en una relación sexual. Estas formas alternativas de vivir en comunidad pueden ser únicas para cada individuo, dependiendo del tiempo y el lugar. Las personas que tienden a sentirse atraídas por miembros del mismo sexo pueden marcar la mayor diferencia a la hora de descubrir ámbitos sociales en los que pueden amar y ser amados.
Contáctenos para encontrar una comunidad que pueda ayudarlo.
1) Michael Hannon, “Against Heterosexuality,” First Things, March 2014. https://www.firstthings.com/article/2014/03/against-heterosexuality
2) La única excepción posible a esto sería el idioma, ya que parecería necesario que la pareja se comunique y, por lo tanto, tenga un idioma común. Este caso en realidad ayuda a iluminar el razonamiento detrás de la insistencia en la unidad, que hace imposible el matrimonio entre personas del mismo sexo. La pareja debe poder estar unida en su comprensión básica de las palabras que se dicen el uno al otro, así como una pareja debe poder estar unida en una sola carne. Sin embargo, no existe una analogía directa, ya que la similitud lingüística es lo que hace posible el primer tipo de unidad, mientras que la diferencia sexual es lo que hace posible el segundo tipo de unidad. Por otra parte, no es estrictamente necesario que el hombre y la mujer hablen el mismo idioma para estar unidos. Si el hombre simplemente entendiera el lenguaje de la mujer (por ejemplo, el lenguaje de señas americano) y ella entendiera el suyo leyendo los labios de su habla inglesa, por poco común que eso pudiera parecer, sería suficiente para posibilitar la unidad.
3) Francis Kenrick, Theologiae Moralis, III, p. 334 (1843), quoted in Leonard, Theology and Race Relations, p. 157 (1963). Citado en Loving v. Virginia. Escrito amicus curiae de John J. Russell, obispo de Richmond, et al. 17 de febrero de 1967.